Mostrando entradas con la etiqueta Yo escribo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Yo escribo. Mostrar todas las entradas

lunes, 30 de mayo de 2011

No necesito tanto odio (o el caso de La entrada perdida)

Hace poco más de un mes escribí lo que iba a ser una nueva entrada de este blog. Una entrada personal en la que hablaba de mí y de uno de mis proyectos de novela, más exactamente la novela que había abandonado en esos mismos instantes. Sin embargo nada más escribirla me arrepentí: no podía publicarla en este blog y dejé que se pudriera en el cajón de los borradores. Tal vez la consideraba demasiado personal, a pesar de tener mucha carga literaria.

Hoy pienso de una forma diferente. Sigue siendo un texto personal, pero yo he cambiado. En este tiempo he publicado reflexiones y textos bastante personales, si bien es cierto que pocas personas pueden entenderlos al completo por ser demasiado crípticos. Tengo muy claro lo que es este pequeño blog mío a día de hoy: un rincón de lamentos y de alegrías, una forma de expresión. No necesito una gran cantidad de vistas para ser feliz con el blog: simplemente me gusta saber que tengo un lugar donde desahogarme y donde puedo llegar a otras personas que tal vez puedan sentir lo mismo que yo. O que les pueda interesar mi vida, quién sabe.

Por ello ayer me sorprendió que cierta persona me revelase que había leído mi blog recientemente. Saberse leído, y encima por personas a las que admiras, es algo indescriptible y viene bien al ego. Imposible negarlo. Porque puede darme lo mismo la cantidad de gente que se pase por aquí, pero gusta saber que hay alguien al otro lado con quien puedes llegar a conectar. Eso y una conversación posterior en un tren me ayudaron a entender que sí, que escribo para mí, pero que también escribo para los demás. Y por eso me he animado a rescatar esa entrada que mencionaba antes, titulada No necesito tanto odio. Con todos ustedes, La entrada perdida; espero que la disfrutéis y la sufráis a partes iguales. –Se ruega no tirar demasiados tomates-

"Hoy ha sido un día triste.
Y hoy ha sido un día feliz.
Todo junto, todo unido; todo al mismo tiempo.
Supongo que todos los finales están repletos de tristeza: representan despedidas, saber que sólo quedará el pasado a nuestras espaldas. Pero los comienzos son excitantes: la aventura de lanzarse a lo infinito, a lo insondable, con la incertidumbre de no saber a dónde nos llevarán los caminos de la vida.

Digo que hoy ha sido un día triste porque hoy he mandado a la mierda, hablando en plata, una novela que llevaba escribiendo desde hacía mucho tiempo. Resultaría impreciso dar una fecha exacta, ya que la he intercalado muchas veces con otra novela y se ha visto sometida continuamente a parones. Hoy he entendido que debía despedirme de ella indefinidamente, aparcarla durante muchísimo tiempo. Porque no necesito tanto odio.

Y es que la susodicha novela gira en torno al odio más profundo. De forma premeditada sus personajes tienen una parte oscura realmente terrible. Todos ellos, sin excepción, son vengativos y manipuladores hasta niveles insospechados, y odian incluso a las personas que aman. Porque sí, en la novela hay amor (y sexo, mucho sexo, entre personas de edades muy diversas y del mismo género) y también toques fantásticos. Y sangre, tanta como sexo (qué va, ¡más todavía! Porque la novela está repleta de escenas sangrientas y no es apta para los estómagos más delicados).

Yo vivo junto a los personajes; me acompañan en mi mente allá por donde vaya. Y por mucho cariño que les tenga a ellos (a pesar de ser como son, les tengo aprecio, es inevitable) y por mucho que esté enamorado del ambiente en el que se mueven (Venecia y Londres en el siglo XIX) he entendido que no me hacen ningún bien. Lo que yo necesito ahora mismo en mi vida no es odio ni ansias de venganza como las que sienten ellos. Ni mucho menos.

Hoy he tomado la decisión de despedirme de todos ellos. Y aunque en cierto modo me da pena, estoy excitado por el cambio que supone. Porque este final viene seguido de un principio: he decidido comenzar a escribir una novela que llevaba mucho tiempo en mi cabeza. Más de un año pidiéndome que la escribiera, siguiéndome hasta en mis sueños. Tengo resúmenes, esquemas y nombres para esta novela, e incluso una lista de reproducción a modo de BSO con canciones que por H o por B me recuerdan a ciertas escenas de esta historia. Además tengo muchísimo cariño al chico protagonista y al ambiente que rodea a toda la historia, y he comprendido que estoy en el momento ideal para comenzarla. Porque la novela, escrita casi siempre en primera persona, está cargada de un aire triste, melancólico y feliz al mismo tiempo. Y ese aire me tiene hechizado.

Me despido de SNyO (el acrónimo que formarían las iniciales del título) y comienzo una nueva novela que representa mucho para mí, aunque no tiene título provisional todavía. Es la historia intimista y misteriosa que necesito en estos momentos de mi vida. Y sé que arderá Troya cuando gentes cercanas a mí lean esta novela (si es que la termino), ya que contiene ciertas implicaciones que siempre me han obligado a posponer su escritura, pero eso no me asusta. No, no me asusta. Ya no."

lunes, 9 de mayo de 2011

Dualidades

Pongamos que hablo de .
Pongamos que hablo de ti.
Pongamos que hablo de promesas, cumplidas e incumplidas. De desencuadres, tanto fotográficos como de nuestro mundillo. De bien y de mal, de bandos eternamente enfrentados en pos de cuidar el tiempo. De fantasía y de realidad, y de la fina línea de las separa. De pasado y de presente, pero también de un posible futuro. De recuerdos y de olvidos, de las vueltas que da la vida. De egipcios y de griegos, de Jorge y de Nadia.
Pongamos que hablo de secretos y confesiones entre las sombras de los árboles. De sangre y de luz jugando entre el agua, creyéndose inmortales por una vieja pluma. De miradas a destiempo y de labios entreabiertos sin parar de charlar. De ocasiones perdidas y de abanicos de posibilidades. De cambios, de evoluciones.

Podría decir muchas cosas, o podría soltar nadas al viento. Podría hablar del pajarito azul, tan chivato como siempre, o podría hablar de un desafío abierto que me encantó. Podría hablar de unos ojos ilusionados al escuchar viejas historias, o también de unas pecas invisibles. Podría dar el salto o ponerme a tu altura.
Podría hablar más claramente, o callarme como un muerto. Podría dejar de pulsar teclas a destiempo o continuar con pensamientos inconexos que no saben hasta dónde pretenden llegar, que no saben siquiera de qué están hablando porque a estas horas no razonan. Podría guardar estas palabras, que tal vez nadie comprenda, en cualquier carpeta o podría cumplir una promesa no formulada, un trueque sin par. Podría...
Podrías aceptar el desafío o ignorarlo, que unas cuantas letras apelotonadas hablasen de mí. Podrías escribir un sin sentido mayor que el mío, o podrías intentar crear algo original que deslumbre y confunda.
Mi parte está aquí. ¿Y la tuya?

lunes, 2 de mayo de 2011

Fotografía... me


Una mirada. Una mirada robada que yo no quería, que yo no buscaba.

No, lo mío es permanecer entre las sombras; aguardar y disparar en el momento más inesperado, aquel que me transmita una sensación. La sensación que yo quería en esos instantes era un vicio: el segundo vicio más arraigado en el humano. Ansiaba inmortalizar la llama prendiendo las hojas de tabaco, las manos formando un resguardo y un humo invisible que todavía no había comenzado a surgir. El momento de gestación de un vicio, pero robado a escondidas.

A escondidas, ahí esta la clave de mi error. Fui demasiado visible, mi dedo se confundió y no acertó a oprimir el botón en el momento exacto. Y todo el mundo sabe que para esas cosas sólo hay un momento, único e irrepetible. Yo lo perdí y tú me descubriste; ya era demasiado tarde. Te habías movido y tus ojos me habían descubierto. Me mirabas.

No era eso lo que pretendía proteger de las garras del tiempo, de esos dedos que se encargan de tomar todo y marchitarlo. La mirada, tu mirada, lo llena todo. Tú, desconocido, cambiaste el significado de la fotografía. Sin siquiera pedirme permiso. ¿Cómo osaste?

Tus ojos se encargaron de aportar fuerza al instante. Pareces desafiar a quien está al otro lado. Eh, tú. Sí, tú. Fotografía... me.

Un desafío eterno. Tu mirada lo dice todo, y sin embargo no era lo que yo buscaba. No te acordarás de mi rostro, parcialmente tapado por la cámara. Para ti será fácil haber sumergido el recuerdo entre otros tantos. Pero para mí no. Es imposible olvidar unos ojos que atraviesan un objetivo y quedan ahí fijos para siempre. Para mí y para todo aquel que mira la fotografía.

No dejará de ser una mirada más, pero perturba. Porque es una mirada robada. Algo que yo no quería, que yo no buscaba. Y también son unos labios pronunciando unas palabras silenciosas, desafiantes, a pesar del cigarro que sostienen. Fotografía... me.

[Fotografía tomada el 13-4-11, Gran Vía (Madrid)]