Hace tres años rozaba el cielo. Lo creí o lo toque, la
diferencia no es clara ni importa, a mis ojos sin aquellos futuribles ahora
supone lo mismo. Del todo a la nada hay menos que una montaña rusa emergiendo
del mar, y sí, digo emerger, aunque en su día dije sumergiéndose y mañana digo
dije y Charlotte no acudió a la cita. Envejecerá y me recriminará esa cita
caduca, pero sabe que eso le ha hecho madurar y que le sirvió para encontrarse por
el camino a Dean Moriarty, al son de Ali-son. Su corcho creció y se expandió
hasta un firmamento de sublimaciones.
Celebro el veinticinco que señaló un ciclo a punto de
considerarse extinto, celebro el veinticinco y días después me asaltarán los
veinticinco, con premeditación, alevosía y sin deje de resentimiento. Y miro
hacia atrás y contemplo cuan jodidamente intenso pude ser, y puedo ser y no sé
si soy. Del que era antes vuelvo a ser, pero en medio hubo otros. Otros,
varios, así a bote pronto viene a mi recuerdo ese Pacheco de una Malasaña con
cheesecake y vinagreta’s, aguardando casi sin ropa un ilusionismo de amor en la
cama que debía estar ocupando, casas ajenas y ajenidad de lo que uno se
consideraba, llenando el vacío con placer y confrontaciones mentales con pretensiones
de explicar lo inexplicable, de apoyar que había un right to your wrongs, y por
tanto una truth in my lies. Pasó, pasó. O el post-Pacheco, ese imaginado que se
hacía carne y disfrutaba de ella misma, placeres liberados y reafirmación del
camino correcto, un acercamiento a la libertad que terminaría por llegar.
Porque todo llega, y claro que sí llegó, cuando menos lo esperaba y menos organizada
estaba su mente, tanto que estuvo a punto de colisionar por no saber dónde se
encontraba el pedal de freno. Y subiendo al cielo de las estrellas hollywoodienses,
y bajando a lo más hondo de la cascada, donde se aferran las raíces, sublimándose
al salir a respirar, al huir entre las city lights… sin saber why. Y ese oh
hell, yes, I lived…
Hay un retorno. Y ver que algunas cosas son como las soñabas
el veinticinco, y que otras las ha traído el veintiséis sin darte cuenta de en
qué ventisca, sin hacer ruido pero partiendo más de una nuez hasta destaparlas.
La celebración no tuvo el lugar ni el tiempo esperado, pero existe. Tampoco
olvido que a pesar de que tan oscuro no me pareció el día, vinieron a la postre
muchos de ellos sin desearlos, para sentirlos de una forma más intensa,
retorcida y anubarrada de lo que esperaba. Sin variables. Estarán ahí y es Jauja
pensar que no existirán, pero también dije que luminoso podía ser el mañana. Sorprende
ver esas transformaciones, ¿verdad? Y pisar la calle con otros zapatos, fuerte,
como te gustaba a ti, y vivir mil y una vidas sin vivir.
Hay un retorno, siempre lo hay. A estadios que siempre
seremos, a la piel que habitamos verdaderamente, sin ropas de usar y tirar. La
piel no muta, sólo es ligeramente modificada por Los Años y la tinta de los
tatuajes; aun así sigue siendo la misma. Es bueno conocerse y saberse ahí, y hay
allí un faro. No muy lejos, y brilla; vuela una cometa y un único día para
creer y no creer, para ser y no ser. Llegará la escritura a ello, hay destinos
ineludibles y esperanza de recorrer los caminos debidos para llegar a la cita
antes de que sea tarde, hasta para un querida Jota. Hay letras que te atrapan
como tentáculos, se adhieren como parásitos, y establecen una simbiosis peculiar.
¿Pero quién piensa ya en los simbiontes de esa april rain?
Diría que algún que otro círculo se cierra, pero si ni se
crea ni se destruye, dudo de su verdadera identidad. Y ni perdido ni
encontrado, no, con el cercano recuerdo gaiteño de que las brújulas son las que
nosotros mismos nos dictamos. Y con el sol en mis propios ojos, oh, surprise, I’m
living a life!