martes, 20 de septiembre de 2011

Hablemos de vivencias, tentáculos y distorsiones (o del poder de las palabras)

Me acaban –no, no, una persona me acaba- de decir que he de escribir en el blog. Que quieren -que quiere- una nueva entrada. Ya, y yo. Porque, aunque parezca curioso, yo también quiero escribir una entrada nueva. Pero no lo hago.

Llevo unos cuantos días dándole vueltas a varias entradas posibles y, sin embargo, no termino de lanzarme sobre el teclado. Y no es que yo me pregunte qué contar, porque materia hay para rato, sino cómo contarlo. Las palabras son bellas y es indescriptible lo que se puede crear jugando con ellas, pero a veces esas mismas palabras hacen trampas. Empañan la realidad y la distorsionan, porque es difícil encontrar la palabra exacta. La única necesaria para cada momento.

Y eso me lleva al segundo sentimiento que me echa para atrás estos últimos días, cada vez que me planteo escribir una nueva entrada. Ese sentimiento es el miedo. Un miedo absurdo a recrear algo que pueda no corresponderse con la realidad. O que la realidad, juguetona, cambie a partir de mis palabras, enseñándome una vez más que yo no dicto nada. Nada.

No sería la primera vez que me pasa. Y sé que tampoco será la última. Ayer pude soñar con tentáculos que despedazaban todo ello, imbuido por la prosa de la gran Pacheco. Esas cosas que te llegan en el momento más idóneo.

Pero al final estoy escribiendo, ¿verdad? Sí. Porque en el fondo sé que mis palabras no serán determinantes ni tampoco un mal augurio; no soy supersticioso. Lo que soy es reacio a corregirme porque mi realidad haya mutado.

Mientras tanto, aquí queda reflejado con palabras imprecisas un retazo de este momento que, supongo, pasará.

Y tú, que has desatado esto con una petición de palabras bien elegidas y que no esperaba, te llevas algo que no sé muy bien qué es. Tal vez el conocimiento de un temor infundado; tal vez un pedazo de la felicidad que a veces rozamos con los dedos y que, curiosamente, quiero empezar a compartir, rompiendo con todo lo que he sido hasta hace bien poco. Pero, a fin de cuentas, has traído palabras que se escriben a sí mismas. Y que se retuercen, se entrelazan y se escurren sobre las palmas de nuestras manos.

4 comentarios:

Marina García dijo...

Me llevo parte de ese miedo para que puedas seguir compartiendo con nosotros ese pedazo de felicidad. Un abrazo ;)

Mike Ende dijo...

Me alegra que hayas dado rienda suelta de nuevo a tu verborrea tentacular, se echaba de menos. Y no tengas miedo de escoger las palabras equivocadas, al fin y al cabo, todo blog que se precie se va rellenando a fuerza de ensayo-error ;) En este caso, no puedo más que rendirme a la fuerza de tus palabras, me quito el sombrero.

Sidel dijo...

No hay que tener miedo a decir con palabras lo que quieres o sientes, a veces no nos expresamos de la manera que nos gustaría pero para eso te seguiremos leyendo ;)

Sheikh dijo...

Con comentarios así lograis que ponga todo mi empeño en intentar mejorar poco a poco mi forma de seleccionar (y des-seleccionar) palabras ;). Y en compartir con vosotros, yeah xD.